LA LEYENDA DE LA ENCINA ABATIDA POR EL RAYO
Prólogo:
. . . al principio todo era oscuridad. La materia y la energía del infinito mundo estaban contenidas en un único punto. Entonces sucedió la Gran Explosión y las partículas elementales se liberaron en un magma incandescente mezcla de materia y energía que empezó a expandirse por el Universo. El Caos rige en esa sopa primigenia sin orden aparente, pero pronto esas partículas elementales de materia y energía: protones, electrones, neutrones, fotones, comienzan a unirse siguiendo leyes ignotas para formar multitud de átomos de Hidrógeno, Oxígeno, Carbono, Hierro, Mercurio, Litio, Cobalto, Flúor... cada uno con propiedades diversas. Los nuevos átomos se enlazan entre ellos y surgen las primeras moléculas aglutinadas en los cuatro elementos primordiales: Tierra, Agua, Aire y Fuego. La energía cósmica (Éther) acompaña a estos elementos en forma de luz, de vida, de espíritu, y también se expande junto a aquellos, por todos los confines del Cosmos.
Miles de millones de años después de la Gran Explosión, por el Universo vagan infinitas galaxias, nebulosas, estrellas, cometas, asteroides y planetas como la Tierra, el Planeta Verde, con una atmósfera gaseosa que envuelve a océanos, continentes, ríos, volcanes, desiertos, nubes, bosques: Tierra, Agua, Aire y Fuego, poblados además por infinidad de seres vivos adornados con ideas, pensamientos y sueños.
La legendaria encina abatida por un rayo.
La ribera de Canedo, antes de confluir con el río Tormes, atraviesa antiguos encinares.
Ciclópeos canchales de granito afloran en sus riberos, y allí mismo encima de un teso, oculta por una grieta en medio de una mole granítica, cayó y germinó una bellota dando vida a una legendaria encina.
Nuestro brinzal de encina, descendiente de una estirpe de árboles humildes y generosos, crece abrigado del hielo y protegido del sol por las mismas rocas, bebe del agua que retiene la hendidura donde nació, allí mismo se alimenta y ancla sus recias raíces. La elevación donde mora acerca al cielo sus ramas torcidas como manos curtidas por el aire y la lluvia. La roca es su defensa frente al hacha afilada, la barrera para cabras y vacas.
Allí medra rodeada de otras encinas, algún castaño cercano en la umbría y trasmochados fresnos salpicados por la ribera. Esa atalaya natural permite otear humanos febriles que extraen, escuadran y asientan cada uno de los sillares que forman el Puente Mocho, una a una tapizan con toscas lanchas la calzada que acerca Ledesma a las tierras de Sayago.
Frenéticos ires y venires de personas, bestias y carros pulen las losas con el acompasado devenir estacional de la Tierra orbitando alrededor del Sol.
Varios siglos después, esa bellota es un árbol aún pequeño, como el hueco donde vegeta.
La tarde declina hacia poniente y las primeras gotas anuncian el raudo avance de la tormenta. Está oscureciendo cuando alcanzan el valle los primeros nubarrones negros. Comienza la descarga atroz de agua, viento y relámpagos. Ya es de noche, Caos dispara un rayo que atraviesa la encina desde las ramillas más altas, hasta lo más hondo de las grietas donde alcanzan sus últimas raicitas. Y todo vuelve a ser oscuridad . . .
Epílogo:
Desde la antigüedad es conocido que los árboles abatidos por el rayo no se pudren. Sus raíces y ramas, firmes aquellas, erguidas éstas, desafían petrificadas el paso del tiempo.
Sin vida aparente su madera queda cargada con la energía del rayo, el puente eléctrico luminoso y fugaz que conecta, a través de sus células, la energía cósmica origen del Universo con las fuerzas telúricas del interior de la Tierra, capaces de erupcionar volcanes y provocar terremotos. El rayo transporta el eco de la remota Gran Explosión, del Caos. Contiene la esencia de aquel magma primigenio, sustancia indiferenciada, presente en la Piedra Filosofal, capaz de formar cualquiera de las partículas, átomos y moléculas de los elementos fundamentales: Tierra, Agua, Aire y Fuego que ahora existen. La Alquimia, sabiduría ancestral que nos conecta con el origen del Cosmos, permite sólo a los iniciados realizar la conversión y trasmutación de la materia.
Ledesma 2020, año de la pandemia